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EL SAN VALENTíN QUE TE MERECES, EN MARISSA ESCORTS

EL SAN VALENTíN QUE TE MERECES, EN MARISSA ESCORTS

Con la llegada de Febrero, las calles y las tiendas que hasta hace nada estaban abarrotadas de decoración navideña, se visten de colores pastel y motivos románticos. San Valentín se acerca y, como cada año, todo se viste de color de rosa, corazones y frases empalagosas que proclaman el amor.

A los solteros y, quizás también a muchas parejas, toda esta cursilería edulcorada nos da bastante pereza. Habrá quien piense que estamos amargados por no poder pasar este día entrañable en compañía, pero no, a mí simplemente me parece ridículo que tengas que demostrar tu amor por alguien un día concreto y, para más inri, hacerlo con rosas rojas y bombones en forma de corazón, algo que no puede faltar aunque vaya acompañado de un regalo de verdad.

A mí toda la parte empalagosa me parece soporífera. Pero reconozco que la otra cara de la moneda, la de disfrutar de buena compañía y dedicar un día entero a la parte carnal del amor, me encanta. No hay nada que más me haya gustado, de todas y cada una de las relaciones que he tenido, que pasar un día entero saciando nuestros instintos más animales: sin salir de la cama más que para reponer fuerzas comiendo algo o para darnos un agradable y estimulante baño.

Ese año, se acercaba Febrero con su adorable Cupido y yo, como cada año, por un lado me alegraba de no tener pareja y, por tanto, de no tener que inventarme una gran demostración de amor para complacerla. Y, también como cada año, pese a la parte en la que me alegraba de no tener con quién compartir este día, había algo que pesaba más y que me hacía variar entre el mal humor y la nostalgia.

Realmente me apetecía compartir un día de cama, vino, películas y deseo con alguien, pero no me apetecía acompañarlo de la parte romántica. Pocas mujeres han tenido las mismas aspiraciones que yo en una relación así que ese año, para variar, también pasaría San Valentín solo. Pero no soy un hombre que se rinda fácilmente. Suelo salirme con la mía y pocas cosas que realmente he deseado se han escapado de mi alcance. Ese año no quería pasarlo solo y, aunque no tuviese pareja, pensaba hacer de ese día el San Valentín que cualquier hombre desearía.

Reservé mesa en mi restaurante preferido. Allí ya me conocían y, aunque intentaron disimular, se sorprendieron cuando hice una reserva para dos para el día de San Valentín. “¡Oh! ¿Para dos? Claro señor Domínguez, sin problema”. – dijo la mujer que me tomó la reserva en un intento de disimular su sorpresa.

Tenía la reserva y unos cuantos planes preparados, pero prácticamente había agotado mis opciones de contar con una compañera de diversión ese día. Entonces me acordé de mi amigo Pedro y de cómo una vez consiguió convencernos de que la preciosa mujer que le acompañaba no era ni su sobrina ni una amiga haciéndole el favor de su vida, si no su nueva pareja.

Pedro tiene muchas cualidades, pero tener éxito entre las mujeres no es una de ellas. Con el paso del tiempo acabó confesando que esa maravilla de mujer era una escort: tras conversar un rato con ella y darnos cuenta de que su belleza tan solo era comparable a su inteligencia, esa opción ni tan siquiera se nos pasó por la cabeza. Era mucho más convincente que tremenda belleza de mujer estuviese con Pedro que que fuese una escort. 

Cuando nos lo contó y tras los comentarios burlones de rigor, le preguntamos con visible interés dónde había encontrado a una escort como ella: no era el tipo de mujer que uno tiene en su imaginario de escorts. Me acordaba perfectamente de su respuesta: Marissa Escorts. Y allí acudí, alegrándome de no haber encontrado aún acompañante para la noche en cuestión.

Con solo una llamada, supe que sería el mejor día de mi vida hasta la fecha. Les comenté que tenía reserva en mi restaurante preferido, pero que no había planeado mucho más. Me preguntaron por mis preferencias para asesorarme sobre qué modelo elegir y, juntos, hicimos planes para mi día especial. A grandes rasgos, esos planes se resumían en lencería de femme fatale, juguetes eróticos y juegos de dominación. Quería que un huracán de mujer arrasase por completo conmigo y me sometiese bajo sus tacones de aguja.

Esa siempre había sido una de mis fantasías pero, lamentablemente, la mayoría de mujeres con las que había estado eran muy pudorosas en lo que a sexo se refería y, las que no lo eran, no tenían esa fuerza y seguridad que necesita una mujer para que un hombre realmente sienta que no tiene el control. Pero, por lo que me habían dicho en Marissa Escorts, no había fantasía en el mundo que ellas no pudiesen cumplir. 

La mujer que llegó a mi casa el día acordado era algo totalmente diferente a todas las mujeres que había conocido. Era alta, morena y con unos ojos azules que podían parecer dulces a simple vista pero que, cuando se clavaban en ti, parecían estalactitas de hielo hundiéndose en cada trozo de tu ser. Sus labios grandes y carnosos vestían un precioso rojo que te invitaba a besarlos desde el primer momento. 

Su piel dorada y su esculpido cuerpo, no sé si por el gimnasio o por los dioses, te hacían perder la noción del tiempo y del espacio. Era una mujer de esas que infunden respeto y que, desde la primera sonrisa, me dejó claro con tan solo mirarme que esa noche ahí mandaba ella. Y yo no pensé, ni por un segundo, en llevarle la contraria. Quería ser suyo cada segundo que estuviese a mi lado.

Nunca me había sentido tan pequeño al lado de alguien y, no os mentiré, eso me gustó y mucho. Esa sensación de que alguien te arrebate las riendas de la situación, aunque solo sea por un rato, es realmente liberadora. No voy a entrar en detalles porque un caballero no habla de sus conquistas, pero os diré que fue una de las mejores experiencias de mi vida y que, sin lugar a dudas, repetiría una y mil veces. 

Si algún amigo me preguntase cómo disfrutar del mejor fin de semana de su vida, le hablaría sobre Marissa Escorts. Si este San Valentín no estás dispuesto a pasarlo solo, ponte en contacto con ellas y, desde el primer momento, te demostrarán que saben cómo complacer a un hombre como nosotros. Disfruta, ¡ya me darás las gracias cuando pruebes la experiencia Marissa!

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